
El arranque del saxofón en el jazz fue lento, porque el contrapunto de trompeta, trombón y clarinete —la Santísima Trinidad de la música de Nueva Orleans— estaba cómodamente instalado y no dejaba hueco para que una cuarta voz, que además era más suave, pudiera adentrarse en tráfico tan denso. Es cierto que en ocasiones se empleaban saxos para robustecer los sonidos de conjunto, pero —por lo que sabemos— no hubo solistas ni improvisaciones de saxo hasta que Sidney Bechet (1897-1959) asombró a los oyentes con su saxofón soprano cuando se presentó en Europa en 1920 con la Southern Syncopated Orchestra de Will Marión Cook. Pero ni siquiera éste fue un caso típico, ya que los Southern Syneo-pators no eran en absoluto una banda de Nueva Orleans, y el propio Bechet tocaba el soprano con la fuerza de una trompeta.
Sólo a finales de los veinte encontramos a los saxofones hablando con voz genuinamente jazzística. Bud Freeman (n. 1906) desarrolló al tenor un sonido fuerte y rasposo, con vibrato ondulante, y consiguió encontrar un camino para él en el espeso sonido de conjunto de la llamada escuela de Chicago. Johnny Hodges (1907-1970), influenciado al principio por Bechet, creó al saxo alto un sonido fluido y ágil, aunque también de gran fortaleza. Pero el primer gran paso hacia la supremacía definitiva del saxofón llegó con Coleman Hawkins (1901-1969), que dotó al tenor de una voz riquísima, a la que aunaba un sentido casi arquitectónico en la construcción de los solos. Durante un tiempo, el estilo de Hawkins se convirtió en la única forma de tocar el saxofón, hasta el punto de que cuando, a mediados de los treinta, apareció Lester Young con su estilo gracioso, elegante e intensamente rítmico, pareció una blasfemia contra las Sagradas Escrituras. Sin embargo, el errático pensamiento musical de Lester y su enfoque ligero y reposado prepararon el terreno para avances posteriores.El músico de jazz más influyente después de Louis Armstrong fue un saxofonista alto, Charlie Parker (1920-1955). Con él los saxofones, como familia, tomaron el papel de principales agentes de toda innovación en jazz. John Coltrane (1926-1967) y Ornette Coleman (n. 1930), al tenor y al alto respectivamente, han ejercido una enorme influencia en todos los estilos saxofonísticos surgidos después de que ambos aparecieran en escena en los años cincuenta. Coleman algo más tarde que Coltrane.
Sólo a finales de los veinte encontramos a los saxofones hablando con voz genuinamente jazzística. Bud Freeman (n. 1906) desarrolló al tenor un sonido fuerte y rasposo, con vibrato ondulante, y consiguió encontrar un camino para él en el espeso sonido de conjunto de la llamada escuela de Chicago. Johnny Hodges (1907-1970), influenciado al principio por Bechet, creó al saxo alto un sonido fluido y ágil, aunque también de gran fortaleza. Pero el primer gran paso hacia la supremacía definitiva del saxofón llegó con Coleman Hawkins (1901-1969), que dotó al tenor de una voz riquísima, a la que aunaba un sentido casi arquitectónico en la construcción de los solos. Durante un tiempo, el estilo de Hawkins se convirtió en la única forma de tocar el saxofón, hasta el punto de que cuando, a mediados de los treinta, apareció Lester Young con su estilo gracioso, elegante e intensamente rítmico, pareció una blasfemia contra las Sagradas Escrituras. Sin embargo, el errático pensamiento musical de Lester y su enfoque ligero y reposado prepararon el terreno para avances posteriores.El músico de jazz más influyente después de Louis Armstrong fue un saxofonista alto, Charlie Parker (1920-1955). Con él los saxofones, como familia, tomaron el papel de principales agentes de toda innovación en jazz. John Coltrane (1926-1967) y Ornette Coleman (n. 1930), al tenor y al alto respectivamente, han ejercido una enorme influencia en todos los estilos saxofonísticos surgidos después de que ambos aparecieran en escena en los años cincuenta. Coleman algo más tarde que Coltrane.
De Jazz A-Z de Peter Clayton & Peter Gammond