sábado, 3 de noviembre de 2007

Memorias del Jazz: Miles Davis y el quinteto

Aquí ofrecemos las memorias de Miles Davis, quién escribe sobre su quinteto de la década del '60, formado por Wayne Shorter, Ron Carter, Tony Williams y Herbie Hancock.

"Yo sabía que Wayne Shorter, Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams era excelentes músicos y que trabajarían como grupo, como unidad musical. Tener una buena banda exige sacrificio y compromiso por parte de todos; sin estas cosas, nada se consigue. Yo pensaba que ellos podían hacerlo. Si reúnes a las personas adecuadas para que toquen la música adecua­da en el momento adecuado, tendrás la gran parida; no necesitas más.
En aquella banda yo era la inspiración, digamos que la sapiencia y el nexo de unión entre todos. Tony era el fuego, la chispa creativa; Wayne era el hombre de las ideas, el conceptualizador de una gran cantidad de ideas musicales que llevamos a la práctica, y Ron y Herbie eran el soporte. Yo era únicamente el líder que lo cohesionaba todo. Aquellos músicos eran jóvenes y, aunque aprendían cosas de mí, yo también aprendía de ellos, concretamente sobre el nuevo estilo, el libre, la free thing. Porque para ser y seguir siendo un buen músico debes estar abierto a todas las novedades, a todo lo que ocurre en cada momento. Has de ser capaz de absorberlo si quieres continuar ampliando y comu­nicando tu música. La creatividad y el genio en cual­quier género de creación artística nada saben de la edad; o los posees o no los posees, y envejecer no va a ayudarte a conseguirlos. Comprendí que teníamos que hacer algo diferente: sabía bien que estaba tocando con unos músicos jóvenes de excelente calidad, cuyos de­dos se movían ya con otro pulso.
En sus inicios, Wayne fue conocido como cultiva­dor del estilo libre, pero tras haber tocado con Art Blakey durante varios años, y siendo el director musi­cal de su banda, había en cierto modo retrocedido. Deseaba tocar más libre de lo que en la banda de Art podía, aunque por otra parte no quería llegar a la ex­centricidad. Wayne siempre ha sido el tipo que experi­menta con formas, no el que lo hace prescindiendo de ellas. Por esta razón pensé que sería perfecto para el objetivo que con mi música quería alcanzar.
Wayne era la única persona, entre las que entonces conocía, que escribía más o menos como había escrito Bird. La única. Me refiero a la manera en que indicaba el tempo. Lucky Thompson solía oírnos, y exclamaba: «¡Maldición, qué bien escribe música ese chico!» Cuando se incorporó a la banda empezó a progresar mucho más y mucho más deprisa, porque Wayne es un auténtico compositor. Escribe partituras, escribe las particellas que a cada uno le corresponden, exacta­mente como quiere que suenen. Trabajó siempre así, excepto cuando yo cambiaba algunas cosas. Por lo ge­neral no confía en las interpretaciones que a su música dan los demás, así que entregaba la partitura completa y cada cual copiaba de ella particellas; es decir, no partíamos de la melodía y los cambios para montar cada uno la música por las buenas.Wayne aportó también una especie de curiosidad respecto a trabajar conforme a las reglas musicales. Si éstas no le servían, las rompía, pero sin perder el sentido musical: su idea era que, en música, la libertad consistía en conocer las reglas para adecuarlas a tu satisfacción y a tu gusto. Wayne estaba siempre en las alturas, en su plano personal, girando en torno a su propio planeta. El resto de los componentes de la banda caminábamos con los pies sobre la tierra. En la banda de Art Blakey no había podido hacerlo que hizo en la mía, donde día a día parecía que le veía florecer como compositor. Por esto digo que actuó como catalizador musical intelectual de todos nosotros en los arreglos que de sus composicio­nes grabamos. (continuará)

viernes, 2 de noviembre de 2007

Chet Baker en el Galliani

Baker, Chet Baker. El icónico trompetista de jazz de la Costa Oeste. Con ese peculiar parecido a James Dean, el grandísimo Chet sedujo a muchos con su música y con su pinta. Dejó páginas imborrables de su estilo en el famoso cuarteto de Gerry Mulligan, formando parte de esa recordada línea de vientos. En este caso veremos y escucharemos dos conciertos en Europa. El primero realizado para la televisión belga, y el otro quince años después, en Noruega, con un Chet por cuyo rostro había pasado el tiempo, la droga y una que otra gresca. Bueno amigos, esto es jazz, viernes de jazz. Los esperamos en el Galliani, este viernes 2 de noviembre.